MARIANA (Andrea Motta)

 

Pensamientos de una escritora…

Te he llamado pero el otro lado de la línea esta tan vacio como este lugar, te siento cerca y te busco, te espero, te veo pero no estás, te escucho pero no te encuentro, añoro tu presencia, tu aliento… Sin ti mis palabras son débiles, carentes de emoción, vacías y temerosas, parecen rotas y desligadas de toda realidad…

Calor, eso es lo que necesito, un cigarrillo que despierte mi ser dormido, estar con mi fiel acompañante, mi suave asesino, recorrer con mi caminata incesante y pasos agigantados los rincones de este pequeño mundo. Corriendo, volando, paseando, viviendo…Soñando con mi ambiente ideal, ese que cobra vida desde el plano de las palabras sobre un papel, que eleva mi mente y se sobrepone a mi espíritu. Ese en donde me opongo al lento y sombrío naufragio de mi alma, donde un murmullo frágil despierta mi ser cada mañana al asomarse el alba, llenándome de vitalidad y  fascinación por el día que se asoma.

Se acerca el silencio, y sin consuelo mi corazón obstinado llora, se desahoga y despeja sus temores, revela sus secretos brillando ante la vulnerabilidad de mis pensamientos, resplandece con furia y desciende hacia la temida naturaleza humana, llena de sentimientos, contradicciones y agonía. La soledad que poco a poco me extingue, se debilita al renacer algo nunca antes experimentado, añorado pero nunca antes encontrado…el amor verdadero, la compañía desinteresada y  fiel,  la preocupación inconsciente que revive incluso a la flor más seca, que alienta al más desesperanzado y le da una razón valedera al olvidado para seguir con su existencia.

Hoy es para mí uno de esos días donde no se que sentir, mi rutina me consume tas un velo que todo lo simplifica, encerrada dentro de un hermoso castillo que por dentro está lleno de tenebrosos pasadizos y puertas sin salida que a ningún lado me llevan, en una ciudad donde  las preocupaciones propias son ya suficientes, los secretos incoherentes, y las mentes solitarias se refugian en los frutos de los árboles con la esperanza de ser alcanzadas por alguien que realmente lo desee.

Al realizar mi habitual recorrido por los prados de aquel parque, noté el suave canto de un cuerpo  que bailaba con la música del viento, con sus delicados movimientos fluyendo al azar recorrió  todos los rincones hasta llegar a mi sin ningún temor. Fatigado, pero aún con energía me dijo: el dramatismo de tus movimientos, la sutileza de tu mirada dice más que los versos que escribes y en teoría reflejan tu alma; tu gran espiritualidad, misteriosa fascinación, vulnerabilidad, atemporalidad, romántica sensibilidad, cálida delicadeza, y sobre todo tu reservada melancolía.

Es por ello que he querido sucumbir una vez más a la nostalgia de mi lápiz, a la pasión del papel, ya que ahora en vez de representarme me descubre, me observa y me critica, me desnuda y me convierte en fuente de eterna inspiración, llena de negaciones, preguntas, aspiraciones, sueños, temores…