“Veo lo que no digo y digo lo que no veo”
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Sophie Calle. Artista a la primera persona. Fotógrafa, escritora, narradora. Se pone en escena sin pudor alguno en todos sus trabajos, mezclando la realidad con la ficción. Integra la fotografía con el texto, la literatura con la vida misma para crear a partir de un trabajo de gran entrega y emoción nuevas e interesantes situaciones que alimentan el cotidiano vivir. Su trabajo raya entre lo público y lo privado, alimentando el uno con el otro y dándole al espectador la oportunidad de construir nuevos imaginarios, de completar los discursos. De crear otra nueva realidad.
Calle nace el 9 de octubre de 1953. Su trabajo, narrativo y fotográfico, se mezcla con el de escritora, cineasta y personaje de novelas, como es el caso Leviatán de Paul Auster, en cuya novela no sabemos si se habla de María, de Sophie. De las dos o de ninguna Sus encuentros provocados o producidos por el azar son el pretexto de sus obras. Su trabajo se enmarca en la narración y las mitologías temáticas que marcaron los años 70.
Acude a la fotografía porque no rememora el pasado sino porque simplemente llama al misterio de algo que se constata. Su verdadero interés plantea la problemática de ver y de ser visto.
Dentro de sus obras se podrían destacar varias interesantes. El hacerse seguir por un detective privado y reconstruir su vida a partir de tres puntos de vista diferentes: el suyo, el del detective y el de su amigo que sigue al detective. La dieta cromática, que ilustra lo expresado entre ficción y realidad por Paul Auster en el Segundo capítulo de Leviatán donde para cada día de la semana existe un color como base de los alimentos y de la mesa a servir: Lunes naranja, martes rojo, miércoles blanco, jueves verde, viernes amarillo, sábado rosado y el domingo, como el Señor, no hace nada y simplemente descansa. La libreta telefónica, donde decide encontrar a varios de los personajes de una libreta que halla en la calle para imaginarse al dueño. Los regalos que recibió durante 14 años y que con cuidado guardó en cada aniversario. Cumpleaños que celebraba invitando a la misma cantidad de comensales de los años exactos que cumplía, para, a la edad de 40 años acabar con el ritual y convertir a esos objetos en una obra que fue testigo de su vida. Los durmientes, en los que invita a desconocidos para que duerman en su cama y ella los observe, los registre y construya sus sueños e imaginarios. No duda en hacerse contratar como mucama en un hotel, para observar los objetos de los huéspedes sin hurgar demasiado en ellos, retratarlos y dar nuevas lecturas a partir de su creación.
Esas son tan sólo algunas de las tantas obras en las que Calle se muestra a ella, o a sus otras ella que reinventa, reconstruye y revive. Nunca tuvo hijos, pero siente igual aprecio y responsabilidad por su gato, que se llama Ratón.
Ella nos enseña en cada segundo que todo es interesante si se reaprende a ver. Si damos nuevas visiones a partir de lo que otros ven y dicen. Por el contrario de muchos, Sophie ve lo que no dice y dice lo que no ve.
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