Las ciudades como vitrina comercial
Camille Pissarro, “The avenue de l’Opéra”, 1898
Si bien las exposiciones universales ayudaron a consolidar las ciudades como los puntos de cruce y de comercio indispensables para el desarrollo del modelo económico capitalista, éstas necesitaban un complemento para abarcar las dinámicas más cotidianas de consumo. Una vez se realizan las grandes exhibiciones, las grandes ciudades quedan hambrientas por más.
La alta circulación de productos y la ampliación del espectro y sobre todo, el número de consumidores, exige y permite la existencia de espacios comerciales dedicados a mantener e incrementar día a día el ritmo de consumo y circulación de mercancías. Durante el siglo XIX, especialmente a partir del inicio de la segunda mitad, los puntos de venta se convierten en la línea de avanzada hacia la consolidación de la sociedad de consumo.
La primera gran ciudad en ser renovada es París, que entre 1852 y 1870 sufre una dramática transformación para convertirse en una gran vitrina comercial. Se planea la ciudad en torno a lugares con gran movimiento del comercio como los Pasajes, los Boulevard y los Cafés, espacios ideales para el esparcimiento de los habitantes de la ciudad. Se instala el alumbrado público que permite la vida nocturna, y el transeúnte comienza a verse bombardeado por la gran carga visual de la publicidad callejera que cambia el paisaje urbano y transforma las formas comunicativas tradicionales.